D E U N A

Sitio destinado a proponer puntos de vista sobre la contingencia, analizando los acontecimientos que dan forma al diario vivir entre los chilenos.

Friday, October 06, 2006

LOS JUEVES DE LONDRES 38

“No quiero vender mi historia”


¿Sabía usted que el número 38 de la calle Londres, en Santiago de Chile, ya no existe?
Se lo llevó el loco afán de aquellos que pretenden olvidarlo todo para empezar de nuevo, para escribir una nueva historia sobre las blancas páginas de su impunidad. Intente buscarlo en los sitios
www.tesoreria.cl o www.sii.cl, y se llevará una sorpresa. Incluso, existen algunos patudos que pretenden rematar un inmueble, signado con el inexistente número 40 de la misma calle, sin haber construido siquiera un nuevo edificio, ni mucho menos, haber adquirido legalmente la propiedad del antiguo número 38… ¡Créalo!



Las irregulares letras blancas trazadas con la premura nocturna del spray juvenil sobre la añosa puerta de Londres 38, hablan por treinta y tres años de dolor e impunidad:”No quiero vender mi historia”, se lee a todo lo ancho de la entrada de la que fuera la fatídica cárcel clandestina que funcionó en Londres 38, durante la dictadura militar. Sobrevivientes de ése Aushwitz criollo, acompañados por parientes de las víctimas, por amigos y abogados de derechos humanos, se dan cita un jueves de febrero, como tantos otros jueves desde hace mucho tiempo, para expresar su rechazo al intento de traspasar la propiedad del inmueble a manos privadas, y exigir que sea entregado para habilitar un museo en memoria de los que allí fueron asesinados por agentes del Estado chileno.

“No quiero vender mi historia”, no es sólo un grito de auxilio que surge desde el tiempo infinito que transcurre a cuenta gotas al interior de esa infausta casona, habitada por fantasmas y un “guardia” que no responde al llamado del timbre, es una voz que nos conmina a recordar que muchos podríamos contarnos entre los que un día traspasaron ese umbral que marcó la diferencia entre la vida y la muerte. Cientos de velas encendidas por los asistentes sobre el lomo de las barandas, en las salientes de la construcción, asidas a los muros como caracoles, marcan con su fuego los encendidos discursos de sobrevivientes, familiares, amigos y abogados que claman para que la antigua cárcel pinochetista no sea rematada y vaya a parar a manos de terceros que la conviertan en quién sabe qué. Banderas del MIR y una chilena presiden los discursos. El febrero santiaguino entibia la noche y el dolor eterno entumece el alma. Dolor inacabable para cientos de miles, indiferencia asegurada para tantos otros.

La fastuosa arquitectura del barrio París-Londres, el más europeo de la capital, tienta a cualquiera. Muchos deben ser los interesados en quedarse con semejante tesoro de la “Belle Epoque” chilensis. Muchos deben sacar cuentas alegres con el botín, comenzando por el Instituto O’Higginiano de Chile, que de la noche a la mañana, se convirtió en su dueño. Por fortuna, la memoria que se resiste a morir, no está dispuesta a desentenderse de la tragedia de los que fueron ingresados ilegalmente a aquélla codiciada mansión, desde donde desaparecieron para siempre.

Bajo cada uno de los nuevos adoquines del barrio donde se ubica el ex cuartel de la policía secreta, en Londres 38, se hallan sepultadas las lágrimas de dolor y la sangre de las torturas y la muerte de hombres y mujeres que cayeron en manos de la represión. Cada uno de los contorneados rincones del barrio fue mudo testigo del horror de las detenciones, de los traslados, de los gritos, de las ejecuciones. Vender esa casa es vender una historia que merece mucho más que un acto recordatorio, es vender la historia de un pueblo dividido, es vender la sangre, las lágrimas, el dolor.

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